domingo, 23 de noviembre de 2008

Fuerza Interior

El día se despedía una vez más para dar la bienvenida a la noche. Los rayos de luz iluminaban cada rincón, un pequeño rayo de sol pasaba por una cortina de una ventana de una casa de un pequeño barrio de Madrid.

En su interior se encontraba Marta, una joven de diecisiete años. Marta era una chica responsable con sus estudios, alta, morena y con los ojos marrones. Tenía sólo dos amigos, pero era para siempre.

Marta vivía con su padre, su madre había muerto tres años atrás por un suicidio. Marta estaba tumbada en la cama escuchando música, pero ni siquiera las letras de su grupo preferido evitaron que oyese la puerta de casa cerrarse: su padre había vuelto al trabajo.

En ese momento se quitó los cascos y se sentó en la mesa de estudio con el libro de historia. Al instante la puerta se abrió y entró su padre:

-Mañana no vas a ir a clase-dijo Alfredo, el padre de Marta.

-¿Por qué?-dijo Marta.

-Tienes que ir a sustituir a un camarero al bar de Jose-dijo Alfredo.

-Pero papá, mañana tengo una excursión muy interesante-dijo Marta-, no voy a ir.

Marta vio en su padre una mirada que le resultaba bastante familiar. Su padre se acercó más a ella de golpe y le dio un bofetón que la tiró al suelo junto a la silla.

-¿Una excursión?-dijo Alfredo-, ¡a ti te voy a enseñar yo a ganarte la vida! Vas a ir si no quieres verte en dos días tirada en la calle. ¿Estamos?

-Sí papá-dijo Marta temblorosa-, estamos.

Alfredo salió de la habitación y después de la casa. Marta se levantó lentamente del suelo sin poder evitar que unas lágrimas cayesen por su cara. Marta sufría maltratos de su padre desde hacía casi cinco años.

Ella no quería hacer nada ya que su padre era la persona que más miedo tenía en este mundo. Se sacó el teléfono del bolsillo y mandó un mensaje a Clara y Marcos, sus dos amigos.

A la media hora, ella y los dos amigos estaban a la entrada de un parque del barrio. Los dos amigos no pudieron evitar abrazarla cuando le vieron la cara marcada por la mano de su padre:

-¿Estás bien?-dijeron los dos amigos asustados.

-Ahora sí-dijo Marta.

-Marta no puedes seguir así-dijo Clara.

-¿Y qué quieres que haga?-dijo Marta-, ¿ir a denunciar a mi padre? Sería capaz de matarme.

-No te digo que hagas eso-dijo Clara-, pero algo tienes que hacer.

-Tiene razón no puedes seguir dejando que te use como si fueses una mierda-dijo Marcos.

-No puedo hacer nada-dijo Marta con la voz temblorosa-, cuando cumpla los 18 años intentaré irme si puedo.

-¿Y hasta entonces?-dijo Clara-, ¿vas a seguir dejando que te maltrate?

-Ese hombre va a acabar matándote-dijo Marcos.

-Ya veré lo que hago-dijo Marta-, tengo que pasar por casa de mi tía. Adiós.

Marta se despidió de sus amigos y se fue a casa de su tía. Ya era de noche completamente.

Llamó al timbre y en seguida su tía la dejó pasar.

-No me lo puedo creer Marta-dijo Inés, su tía-, otra vez no puede ser. ¿Por qué ha sido?

-Le he dicho que no quería hacer una sustitución en el bar de Jose-dijo Marta.

-Yo ya estoy harta-dijo Inés-, ya se ha pasado demasiado como para quedarme callada. Hoy te quedas a dormir aquí y luego ya veremos.

-¡No!-dijo Marta-, como no me vea en casa sabrá que estoy aquí o en casa de Clara o Marcos. No quiero que os pase nada a ninguno por mi culpa.

-Llama a Clara y Marcos-dijo Inés-, que se vayan a casa y no le abran la puerta a nadie.

Dieron las doce de la noche cuando sonó el timbre de casa de Inés: era Alfredo.

-¡Abre Inés!-dijo Alfredo a gritos-, sé que estás ahí.

-¡O te marchas o llamo a la policía!-dijo Inés-, ¡fuera!

-Vosotras lo habéis querido-dijo Alfredo.

Marta abrazó asustada a Inés. A la mañana siguiente, Marta se despertó por el sonido del móvil: era una llamada de su Clara.

-Dime Clara-dijo Marta.

-No vas a creer lo que ha hecho tu madre-dijo Clara-, ha sacado todas tus cosas a la calle y las ha quemado.

-¿Cómo?-dijo Marta llorando-, ¡será cabrón!

Inés llegó a ella y la abrazó.

Dos horas después Inés se dispuso a hablar con Marta.

-Quiero hablar contigo de algo-dijo Inés-, verás quiero que vayas a denunciar a tu padre.

-No-dijo Marta-, no sé cómo me puedes pedir eso.

-Te lo pido porque no quiero que acabes como tu madre-dijo Inés.

-Yo no me voy a suicidar-dijo extrañada Marta.

-Tu madre no se suicidó-dijo Inés-, tu padre la mató a golpes cuando tú no estabas en casa.

Marta no sabía lo que sentir. Decidida salio de casa de su tía junto con ella. Se acercaron a la comisaría y pusieron la denuncia. Alfredo fue detenido en el bar de Jose.

A los tres meses fue metido en la cárcel después de haber pasado por el calabozo. Marta ahora era libre, vivía con su tía e intentaba recordar cómo era su madre y olvidar cómo era su padre.

GRAN ESTRENO HOY A LAS 17:15